La B.V.M. de Guadalupe
«Por Ella la Santa Cruz es celebrada y adorada en todo el universo...; por Ella toda criatura, aprisionada en los errores de la idolatría, es llevada al conocimiento de la verdad; ... por Ella los Apóstoles predicaron la salvación a las naciones».
S. CYRILLI ALEX., Hom. 4 ex diversis: MIGNE, PG, 77, 991.
«¡Salve, fuente abundantísima de donde manan los arroyos de la divina sabiduría, rechazando con las aguas purísimas y limpidísimas de la ortodoxia las olas encrespadas del error!».
S. GERM. CONST., Serm. 1 in SS Deip. Praesent., n. 14: MIGNE, PG, 48, 305-306.
«Por ella, católicos mexicanos, vuestros hermanos y vuestros padres fueron víctima de la persecución, y para defenderla se encararon sin vacilar hasta con la misma muerte, al doble grito de “¡Viva Cristo Rey!, ¡Viva la Virgen de Guadalupe!”. Hoy, las condiciones de la Iglesia y de la Religión en vuestra Patria han mejorado notablemente, demostrando que no fueron inútiles aquella invocación y aquella firmeza. Pero a vosotros toca, a vosotros y a todos los católicos americanos, seguir firmes en vuestro puesto, conscientes de vuestros derechos, con la frente siempre alta ante los enemigos de hoy y de siempre: los que no quieren a María porque no quieren a Jesús, los que querrían arrinconar o ignorar a Jesús, arrebatando así a María el más preciado de sus títulos. Frente a su rebelión, vuestra fidelidad. Que la morenita del Tepeyac, que la Emperatriz de América y Reina de México no tenga que llorar deserciones. Que, como lo estuvo ayer, pueda estar también mañana orgullosa de sus hijos».
PÍO XII, ‘Radiomensaje a los fieles mexicano con ocasión del 50 aniversario de la coronación canónica de la Virgen de Guadalupe’ (12 de octubre de 1945)
Oración
EN HONOR DE LA B.V.M. DE GUADALUPE
Nuestra Señora de Guadalupe, Rosa mística, intercede por la Iglesia, protege al Soberano Pontífice, ampara a todos los que te invocan en sus necesidades, y pues eres la siempre Virgen María, Madre del verdadero Dios, alcánzanos de tu Hijo santísimo la conservación de la fe, una dulce esperanza en las amarguras de la vida, una caridad ardiente y el don precioso de la perseverancia final. Amén.
Indulgencia de quinientos días. ([San] Pío X, Audiencia, 18 agosto 1908, exhib. 19 agosto 1908, S. Pen. Ap., 29 abr. 1935).
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