Los cinco remedios de la tristeza o dolor (Suma Teológica I-II Qu. 38)
1. Cualquier delectación
2. El llanto
3. La compasión de los amigos
4. La contemplación de la verdad
5. El sueño y los baños
De los remedios de la tristeza o dolor
Suma Teológica I-II Qu. 38
Corresponde a continuación tratar de los remedios del dolor o tristeza (cf. q. 35 introd.). Esta cuestión plantea y exige respuesta a cinco problemas: 1. ¿Se mitiga el dolor o tristeza por cualquier delectación? 2. ¿Se alivia con el llanto? 3. ¿Por la compasión de los amigos? 4. ¿Por la contemplación de la verdad? 5. ¿Con el sueño y los baños?
ARTÍCULO 1 ¿Se mitiga el dolor o tristeza por cualquier delectación?
Objeciones por las que parece que no toda delectación mitiga cualquier dolor o tristeza.
Objeciones: 1. En efecto, la delectación no mitiga la tristeza sino en cuanto le es contraria, pues las medicinas actúan por los contrarios, como dice II Ethic. Pero no toda delectación es contraria a cualquier tristeza, como se ha dicho anteriormente (q. 35 a. 4). Luego no toda delectación mitiga cualquier tristeza.
2. Lo que produce tristeza no mitiga la tristeza. Pero algunas delectaciones producen tristeza, porque, como dice IX Ethic., el malo se entristece por haberse deleitado. Luego no toda delectación mitiga la tristeza.
3. Dice San Agustín en IV Confess. que él huyó de su patria, en la que acostumbraba a conversar con su amigo fallecido, porque sus ojos le buscaban menos allí donde no tenían costumbre de verse. De lo cual se puede concluir que aquellas cosas en las que nuestros amigos muertos o ausentes se relacionaron con nosotros se nos hacen gravosas por el dolor de su muerte o ausencia. Pero su comunicación con nosotros fue principalmente en cosas placenteras. Luego las mismas delectaciones nos resultan molestas cuando estamos afligidos. Por consiguiente, no toda delectación mitiga cualquier tristeza.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en VII Ethic., que la delectación, si es intensa, ahuyenta la tristeza, tanto la contraria como cualquier otra.
Respondo: Como consta por lo dicho anteriormente (q. 23 a. 4; q. 31 a. 1 ad 2), la delectación es cierto reposo del apetito en el bien conveniente, mientras la tristeza proviene de aquello que es contrario al apetito. De ahí que la delectación sea a la tristeza en los movimientos apetitivos lo que el reposo es a la fatiga en los cuerpos, fatiga que proviene de alguna transmutación no natural, pues la misma tristeza implica cierta fatiga o enfermedad de la potencia apetitiva. Y así como todo reposo del cuerpo constituye un remedio contra cualquier fatiga proveniente de cualquier causa no natural, así toda delectación es un remedio para mitigar la tristeza, sea cual fuere su procedencia.
A las objeciones: Soluciones: 1. Aunque no toda delectación es contraria a toda tristeza según la especie, lo es, sin embargo, según el género, como se ha dicho anteriormente (q. 35 a. 4). Y, por tanto, por parte de la disposición del sujeto, toda tristeza puede mitigarse con cualquier delectación.
2. Las delectaciones de los malos no les causan tristeza en el presente, sino en el futuro; es decir, en cuanto los malos se arrepienten de los males de que se alegraron. Y a esta tristeza se pone remedio con las delectaciones contrarias.
3. Cuando existen dos causas que inclinan a movimientos contrarios, ambas se impiden mutuamente, y, sin embargo, finalmente, triunfa aquella que es más fuerte y duradera. Ahora bien, en el que se entristece de aquellas cosas en las que acostumbraba a deleitarse juntamente con el amigo muerto o ausente, se encuentran dos causas que producen movimientos contrarios. Porque el pensamiento de la muerte o de la ausencia del amigo inclina al dolor, mientras el bien presente inclina a la delectación. Por consiguiente, ambos se atenúan mutuamente. Pero, no obstante, como el sentimiento de lo presente mueve con más fuerza que el recuerdo de lo pasado, y el amor de sí mismo es más duradero que el amor de otro, de aquí que, finalmente, la delectación ahuyenta la tristeza. Por eso San Agustín añade un poco más adelante que su dolor cedía el paso a la misma clase de placeres de tiempos anteriores.
ARTÍCULO 2 ¿Se alivia el dolor o la tristeza con el llanto?
Objeciones por las que parece que el llanto no alivia la tristeza.
Objeciones: 1. Ningún efecto disminuye su causa. Pero el llanto o gemido es efecto de la tristeza. Luego no disminuye la tristeza.
2. Así como el llanto o gemido es efecto de la tristeza, así la risa es efecto de la alegría. Pero la risa no disminuye la alegría. Luego el llanto no alivia la tristeza.
3. En el llanto se nos representa el mal que nos contrista. Pero la imaginación de la cosa que contrista aumenta la tristeza, como la imaginación de lo deleitable aumenta la alegría. Luego parece que el llanto no alivia la tristeza.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IV Confess., que cuando se dolía de la muerte de su amigo, sólo en los gemidos y en las lágrimas hallaba algún descanso.
Respondo: Las lágrimas y gemidos alivian naturalmente la tristeza por dos razones.
En primer lugar, porque todo lo nocivo que se guarda en el interior aflige más, pues la atención del alma se concentra más sobre ello, pero cuando se manifiesta al exterior, entonces la atención del alma en cierto modo se desparrama sobre las cosas exteriores, y así disminuye el dolor interior. Y, por eso, cuando los hombres que se hallan atribulados manifiestan su tristeza exteriormente por el llanto o gemido, o también por la palabra, se mitiga su tristeza.
En segundo lugar, porque la operación que conviene al hombre según la disposición en que se encuentra le es siempre deleitable. Ahora bien, el llanto y los gemidos son operaciones que convienen al hombre entristecido o con dolor, y, por tanto, se le hacen deleitables. Así, pues, puesto que toda delectación alivia de alguna manera la tristeza o dolor, como se ha dicho (a. 1), se sigue que la tristeza se alivia por el llanto y los gemidos.
A las objeciones: Soluciones: 1. La relación de causa a efecto es contraria a la relación de lo que constrista al contristado, pues todo efecto es conveniente a su causa, y, por consiguiente, le es deleitable, mientras que lo que contrista es contrario al contristado. Y por eso la relación del efecto de la tristeza con el contristado es contraria a la que con el mismo tiene lo que contrista. Y así, por razón de dicha contrariedad, la tristeza se mitiga por su efecto propio.
2. La relación de efecto a causa es semejante a la relación de lo deleitable al que se deleita, porque en uno y otro caso hay conveniencia. Ahora bien, todo lo semejante produce aumento en su semejante. Y por eso, la risa y otros efectos de la alegría aumentan la alegría, a menos que accidentalmente haya un exceso.
3. La imaginación de la cosa que contrista, de suyo, está ordenada a aumentar la tristeza, pero por lo mismo que el hombre se imagina hacer lo que le conviene en tal estado, resulta de esto cierta delectación. Y por la misma razón, si a uno se le escapa la risa en unas circunstancias en que le parece debería llorar, se duele de ello, como de hacer lo que es impropio, según dice Tulio en II De tuscul. quaestionibus.
ARTÍCULO 3 ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la compasión de los amigos?
Objeciones por las que parece que el dolor del amigo que se compadece no mitiga la tristeza.
Objeciones: 1. Los efectos de los contrarios son contrarios. Pero como dice San Agustín en VIII Confess.: Cuando el gozo es de muchos, en cada uno de ellos es el gozo más abundante, porque se enfervorizan y se inflaman unos a otros. Luego, por la misma razón, cuando muchos se entristecen a la vez, parece que la tristeza es mayor.
2. La amistad exige que se devuelva amor por amor, como dice San Agustín en IV Confess. Pero el amigo que se conduele se duele del dolor del amigo afligido. Luego el dolor mismo del amigo que se conduele es causa de nuevo dolor para el amigo que ya se dolía de su propio mal. Y así, duplicado el dolor, parece crecer la tristeza.
3. Todo mal del amigo contrista como mal propio, porque el amigo es otro yo. Pero el dolor es un mal. Luego el dolor del amigo que se conduele aumenta la tristeza del amigo a quien compadece.
Contra esto: está lo que dice el Filósofo en IX Ethic., que el amigo que se compadece en las tribulaciones consuela.
Respondo: El amigo que se conduele en las tribulaciones es naturalmente consolador. De lo cual da dos razones el Filósofo en IX Ethic.
La primera de ellas es porque, siendo propio de la tristeza el apesadumbrar, implica la idea de cierto peso, del cual procura aligerarse quien lo sufre. Así, pues, cuando alguien ve a otros contristados de su propia tristeza, se hace como una ilusión de que los otros llevan con él aquella carga, como si se esforzaran en aliviarle del peso, y, por eso, lleva más fácilmente la carga de la tristeza, como también ocurre en la transportación de las cargas corporales.
La segunda y mejor razón es que, por el hecho de que sus amigos se contristan con él, entiende que le aman, lo cual es deleitable, como se ha dicho anteriormente (q. 32 a. 5). Luego, mitigando toda delectación la tristeza, según se ha indicado antes (a. 1), síguese que el amigo que se conduele mitiga la tristeza.
A las objeciones: Soluciones: 1. La amistad se manifiesta en uno y otro caso, esto es, alegrándose con el que se alegra y condoliéndose con el afligido. Y, por consiguiente, ambas cosas se hacen deleitables por razón de la causa.
2. Aún más: La contemplación de la del amigo de suyo contristaría, pero la consideración de su causa, que es el amor, más bien deleita.
3. La respuesta es evidente por lo dicho.
ARTÍCULO 4 ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por la contemplación de la verdad?
Objeciones por las que parece que la contemplación de la verdad no mitiga el dolor.
Objeciones: 1. En efecto, dice Si 1, 18: Quien aumenta el saber, aumenta también el dolor. Pero el saber pertenece a la contemplación de la verdad. Luego la contemplación de la verdad no mitiga el dolor.
2. La contemplación de la verdad pertenece al entendimiento especulativo. Pero el entendimiento especulativo no mueve, como dice III De anima. Siendo, pues, el gozo y el dolor movimientos del alma, parece que la contemplación de la verdad no contribuye nada a la mitigación del dolor.
3. El remedio de la enfermedad debe aplicarse donde está la enfermedad. Pero la contemplación de la verdad está en el entendimiento. Luego no mitiga el dolor corporal, que se halla en el sentido.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en Soliloq.: Parecíame que si aquel resplandor de la verdad se descubriese a nuestras mentes, o que yo no habría de sentir aquel dolor, o que, ciertamente, lo habría tenido por nada.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente (q. 3 a. 3), la mayor delectación consiste en la contemplación de la verdad. Ahora bien, toda delectación mitiga el dolor, según se ha dicho antes (a. 1). Por consiguiente, la contemplación de la verdad mitiga la tristeza o el dolor, y tanto más cuanto más perfectamente es uno amante de la sabiduría. Y por eso los hombres se alegran en medio de las tribulaciones por la contemplación de las cosas divinas y de la futura bienaventuranza, según aquello de Jc 1, 2: Tened, hermanos míos, por sumo gozo el caer en diversas tribulaciones. Y lo que es más, semejante gozo se encuentra en medio de los tormentos corporales, como el mártir Tiburcio, que, andando con los pies desnudos sobre carbones encendidos, dijo: Paréceme que camino sobre rosas en el nombre de Jesucristo.
A las objeciones: Soluciones: 1. Quien aumenta el saber, aumenta también el dolor, ya por la dificultad y el defecto de encontrar la verdad, ya por el hecho de que por la ciencia el hombre conoce muchas cosas contrarias a su voluntad. Y así, por parte de las cosas conocidas, la ciencia causa dolor; mientras, por parte de la contemplación de la verdad, causa delectación.
2. El entendimiento especulativo no mueve el ánimo por parte de la cosa contemplada, pero sí lo mueve por parte de la misma contemplación, que es un bien del hombre y, naturalmente, deleitable.
3. En las potencias del alma se produce una redundancia desde la superior a la inferior. Y conforme a esto, la delectación de la contemplación, que está en la parte superior, redunda en el sentido para mitigar el dolor que padece.
ARTÍCULO 5 ¿Se mitigan el dolor y la tristeza por el sueño y los baños?
Objeciones por las que parece que el sueño y los baños no mitigan la tristeza.
Objeciones: 1. En efecto, la tristeza reside en el alma. Pero el sueño y el baño conciernen al cuerpo. Luego en nada contribuyen a la mitigación de la tristeza.
2. El mismo efecto no parece ser producido por causas contrarias. Pero tales cosas, siendo corporales, son contrarias a la contemplación de la verdad, que es, como se ha dicho (a. 4), causa de la mitigación de la tristeza. Luego la tristeza no se mitiga por tales cosas.
3. La tristeza y el dolor, en cuanto pertenecen al cuerpo, consisten en una cierta alteración del corazón. Pero tales remedios parecen ser propios más bien de los sentidos y miembros externos que de la disposición interior del corazón. Luego la tristeza no se mitiga por ellos.
Contra esto: está lo que dice San Agustín en IX Confess.: Había oído que el baño es llamado así porque arroja del alma la tristeza. Y más adelante: Me dormí y desperté, y hallé en gran parte mitigado mi dolor. Y cita lo que se dice en un himno de San Ambrosio, que el sueño restablece los miembros debilitados para el trabajo, alivia las mentes fatigadas y libera a los angustiados de su pena.
Respondo: Como se ha indicado anteriormente (q. 37 a. 4), la tristeza es contraria según su especie al movimiento vital del cuerpo. Y por eso aquellas cosas que restablecen la naturaleza corporal a su debido estado de movimiento vital son contrarias a la tristeza y la mitigan. Además, por el hecho de que mediante estos remedios vuelve la naturaleza a su debido estado, son causa de delectación; pues esto es lo que produce la delectación, según se ha dicho anteriormente (q. 31 a. 1). Luego por estos remedios corporales se mitiga la tristeza, ya que toda delectación la mitiga.
A las objeciones: Soluciones: 1. La debida disposición del cuerpo, en cuanto percibida por el sentido, causa delectación, y, consiguientemente, mitiga la tristeza.
2. Como se ha indicado anteriormente (q. 31 a. 8), las delectaciones contrarias se impiden mutuamente, y, sin embargo, toda delectación mitiga la tristeza. Por lo tanto, no hay inconveniente en que la tristeza se mitigue por causas que se impiden mutuamente.
3. Toda buena disposición del cuerpo redunda en cierto modo en el corazón como en el principio y fin de los movimientos corporales, según dice el libro De causa motus animalium.
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