«La Creación de Eva», de Miguel Ángel. Capilla Sixtina, Vaticano
La filosofía del género
Daniel Calcaterra
INTRODUCCIÓN
La filosofía del género incluye ideas de diferentes corrientes de pensamiento filosófico y psicológico armonizadas o, mejor dicho, forzadas a armonizarse en una propuesta que busca destruir el concepto de familia tal como lo conocemos actualmente. Postula que la misma es fruto de la sociedad decadente de nuestros tiempos y del devenir histórico que asegura la desigualdad del hombre con la mujer. Por ende, para lograr la igualdad definitiva entre hombre y mujer es necesario:
• Cambiar todos los roles masculinos y femeninos existentes.
• Considerar la familia actual como algo deprimido.
• Estructurar un nuevo tipo de unión “familiar”.
• Permitir diferentes formas de contacto sexual como parte de la igualdad.
• Negar la identidad biológica-psíquica-espiritual del “ser mujer” y del “ser hombre”.
• Eliminar el lenguaje actual en lo referido a temas masculinos femeninos.
• Cambiar todos los términos que incluyen tácitamente/excluyen a la mujer dentro del hombre. Por ejemplo: “los alumnos de esa escuela” por “los alumnos y alumnas de esta escuela”.
• Anular la proposición “de” en la determinación del nombre de casada de la mujer.
• Androginizar el lenguaje. Puesto que no existe forma de describir lo que no es masculino o femenino que deben tender a unirse.
Por ello la filosofía del género no busca la igualdad de derechos o de deberes entre hombre y mujer sino la destrucción de la familia normal de hoy para reconstruir un concepto de familia distinto, mas no solo distinto: nuevo.
Para que exista igualdad entre hombre y mujer, propone que hay que destruir las estructuras actuales y crear otras nuevas. No basta cambiar, hay que hacer una nueva sociedad, generar sus propios valores y ser los superhombres (o supermujeres) más allá del bien y del mal, por cierto, conceptos ambos que deben reclasificarse sujetos a una concepción actual que valorizará de nuevo, adaptado a esta evolución, lo bueno y lo malo reestructurándolo en base a una perspectiva de género.
Gran parte de estas ideas se encuentran semi textualmente en Engels de quien analizaré algunos párrafos de una de sus obras por considerarlos apropiados en cuanto a cómo esta ideología se nutre de su pensamiento; otras tienen su trasfondo en Nietzsche y en Sartre pero, lo mas importante de destacar es que la “filosofía del género” incorpora todo lo que le pueda ser útil a sus fines (tenga el origen ideológico que tenga) y desecha todo lo que no contribuya a los mismos. Así, Nietzsche puede ser útil en ciertos aspectos y no en otros, tomándose entonces solo los aprovechables.
Observamos entonces que el corpus de la filosofía del género es una hábil maquinación mental que nos recuerda más a las argumentaciones de los sofistas que a una honesta forma de plantear problemas existenciales. Mucho menos honesta nos parece las sugerencias que proponen para resolverlas.
PARTE 1 Conceptos
Según el el profesor Schooyans el concepto de género es utilizado por las feministas radicales como una «ideología según la cual, los roles del hombre y la mujer no están dentro de la naturaleza, sino que son el resultado de la historia y de la cultura».
Esta visión histórica de los roles masculinos y femeninos esta íntimamente ligada a la familia y al arquetipo de organización del Estado. Algo curioso es que siendo el concepto de género utilizado por países de praxis y mentalidad ideológicamente capitalistas sean utilizados concepciones que tienen, tal vez no sus orígenes pero sí buena parte de sus explicaciones y fundamentos, en pensadores como Marx y Engels.
Con todo, el feminismo radical va mas allá de esta concepción histórica, dándole un patrocinio sociológico en el cual “la sociedad inventó los papeles del hombre y de la mujer”.
Schooyans nos dice entonces que ésta ideología: «intenta desmaternizar a la mujer e indirectamente patrocinaría el matrimonio entre personas del mismo sexo».
Engels por su parte cimienta estas ideas con frases como «la familia [...] es el elemento activo; nunca permanece estacionada, sino que pasa de una forma inferior a una forma superior a medida que la sociedad evoluciona de un grado más bajo a otro más alto».
Bajo esta percepción la familia de hoy debe transformarse en una familia distinta donde, por ejemplo, papá y mamá, sean, tal vez, papá y papá o mamá y mamá, aunque, en la práctica, tal vez ninguno sea ni el padre ni la madre biológica de ese niño o niña.
El propio Engels justifica esta visión al escribir que: «El estudio de la historia primitiva nos revela un estado de cosas en que los hombres practican la poligamia y sus mujeres la poliandria y en que, por consiguiente, los hijos de unos y otros se consideran comunes».
Por ello vemos como solo es cuestión de adaptarse a las necesidades de las épocas y evolucionar (o involucionar dependiendo de cómo se lo mire).
PARTE 2 La filosofía del género y la Sexualidad
«... En primer lugar eran tres los géneros de los hombres, no dos, como ahora, masculino y femenino sino que había también un tercero que participaba de estos dos, cuyo nombre perdura hoy en día, aunque como género ha desaparecido. Era, en efecto, entonces el andrógino una sola cosa, como forma y como nombre, partícipe de ambos sexos, masculino y femenino, mientras que ahora no es mas que un nombre sumido en el oprobio».
La filosofía del género busca desmitificar la masculinidad y la femineidad como atributos inherentes a la mujer y al hombre. Tal objetivo solo es lograble haciendo aceptable todo tipo de relación amorosa y sexual, no solo las que consideramos como normales.
Los interrogantes antropológicas acerca del hombre son, posiblemente, tan antiguos como el comienzo de su uso de razón. En la Grecia de Platón pareciera ser que por “el amor” se justificaban las relaciones entre personas del mismo sexo. Varios partes de El Banquete nos describen comportamientos homosexuales de los comensales, comenzando con el anfitrión Agatón y terminando por el propio Sócrates que parece tomar este tema sin demasiado interés.
Voltaire en uno de sus escritos filosóficos nos comenta al respecto: «Si el amor que se llama socrático y platónico fuera un sentimiento honesto, lo aplaudiríamos; pero como fue relajación, debe sonrojarnos Grecia porque no lo prohibió».
Engels observa también este comportamiento relajado cuando reflexiona: «Y el amor sexual, tal como nosotros lo entendemos, era una cosa tan indiferente para el viejo Anacreonte, el cantor clásico del amor en la antigüedad, que ni siquiera le importaba el sexo mismo de la persona amada, nace un nuevo criterio moral para juzgar las relaciones sexuales. Ya no se pregunta solamente: ¿Son legítimas o ilegítimas?, sino también: ¿Son hijas del amor y de un afecto recíproco?».
Es decir, no es tan importante la compatibilidad y la complementariedad de hombre y mujer como “el amor”. Con ideas tan amplias sobre las diferencias (o similitudes) de los sexos podemos entender que la filosofía del género asuma la conciencia de la persona como una percepción que está en evolución, aceptando hoy lo que tal vez en otro tiempo no fuera aceptable. O viceversa.
O sea: «El fundamento de la ciencia es el hombre, la conciencia humana está en constante evolución histórica y vital ya que el hombre es esencialmente historia viva».
Parte 3. El lenguaje en la Filosofía del Género
He aquí una parte interesante, aunque un poco compleja (como todo lo referido a esta forma de pensar). Según el género, «en el lenguaje sexista se evidencia la posición de inferioridad o subordinación de la mujer o a través de mismo se la invisibiliza».
La pregunta que me hago (y les hago porque no encuentro respuesta) es, una vez que separemos los conceptos de masculinos y femeninos, puesto que la idea es asexuar todo ¿cómo expresaremos (por ejemplo) a nuestros jóvenes? Los jóvenes gays y los jóvenes ¿hombres? O diremos los jóvenes homosexuales y los jóvenes heterosexuales y las jóvenes lesbianas o las jóvenes heterosexuales y no olvidemos hablar del actual joven “hombre” que puede llegar a ser el futuro joven “ex hombre” actual transexual.
En fin, pido disculpas, pero este tema me confunde. Creo que nadie lo tiene claro. Parecen artilugios para decir lo indecible y para disimular (eufemismo) conductas aberrantes.
Por eso cuando en la ilustración aquél punzante amigo nos decía: «¿Cómo es posible que sea natural un vicio que destruiría al género humano si hubiera sido general y que constituye un atentado contra la naturaleza?», no deja de asombrarme su claridad meridiana. Con todo, la filosofía del género tiene claro que hay que cambiar el léxico si se desea cambiar la mentalidad.
«Los fonemas son en última instancia el fundamento de la cultura, de las cuales se desprende el léxico y la sintaxis y de la cuales a su vez depende nuestro conocimiento de la realidad, determinado por las palabras que utilizamos».
Parte 4. La Desigualdad entre hombre y mujer. Razones válidas entre mentiras.
Que debemos trabajar por una igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, me resulta una proposición de perogrullo, que sin embargo debe ser concienciada cada día en nuestras culturas predominantemente machistas. Si bien, no deja de ser cierto, que la conducta machista es fruto de una educación materna machista. O sea, los formadores de “machos” generalmente son las mujeres.
Sin embargo, la filosofía del género absorbe múltiples variables a esta situación de desigualdad, proponiendo ir bastante mas lejos que en lo que a derechos y oportunidades, etc. se refiere. El género propone: la igualdad. Pero ¿qué igualdad?
Veamos que nos dicen las entidades propulsoras de esta filosofía como por ejemplo el Comité Hispanamercano CLADEM (Comité de América “Latina” y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer):
«“Género” no se refiere a los sexos masculino y femenino, sino que se refiere a una ideología que niega el fundamento natural de los roles tradicionales del hombre y la mujer y que alega que todos ellos, incluyendo el concepto mismo de la maternidad, son puras invenciones sociales sujetas a cambio. En este contexto, la sexualidad es reinterpretada para que incluya como “normales” el homosexualismo, el bisexualismo y el travestismo».
Así en su «Declaración de los derechos humanos desde una perspectiva de género», presentada ante la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en el 50 Aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, CLADEM incluye entre los «derechos sexuales y reproductivos», no solo el derecho a la «libertad en la orientación sexual», sino también «al aborto seguro y legal».
¿Podemos plantearnos seriamente la igualdad? ¿No es obvio que somos en esencia distintos? ¿No es claro que somos en nuestra “periferia de ser” y en nuestra “roca de ser” diferentes? ¿Se puede dudar de la “desigualdad” (¡bellísima desigualdad!) entre un hombre y una mujer? ¡Por lo visto NO!
Engels aporta su visión de las cosas: «... La emancipación de la mujer y su igualdad con el hombre son y seguirán siendo imposibles mientras permanezca excluida del trabajo productivo social y confinada dentro del trabajo doméstico, que es un trabajo privado. La emancipación de la mujer no se hace posible sino cuando ésta puede participar en gran escala, en escala social, en la producción y el trabajo doméstico no le ocupa sino un tiempo insignificante. Esta condición sólo puede realizarse con la gran industria moderna, que no solamente permite el trabajo de la mujer en vasta escala, sino que hasta lo exige y tiende más y más a transformar el trabajo doméstico privado en una industria pública».
Adoro cocinar, pero eso no es un rol masculino ni femenino. Detesto cambiar un neumático, pero eso tampoco me identifica como hombre y mujer. ¿Cuáles la igualdad planteada? Una idea retorcida y antinatural (perdón, olvidé que lo natural para la filosofía del género es una cosa tan cambiante como los días de otoño) que busca justificar lo injustificable.
El derrocamiento del derecho materno fue la gran derrota histórica del sexo femenino en todo el mundo. El hombre empuñó también las riendas en la casa; la mujer se vio degradada, convertida en la servidora, en la esclava de la lujuria del hombre, en un simple instrumento de reproducción. Esta baja condición de la mujer, que se manifiesta sobre todo entre los griegos de los tiempos heroicos, y más aún en los de los tiempos clásicos, ha sido gradualmente retocada, disimulada y, en ciertos sitios, hasta revestida de formas más suaves, pero no, ni mucho menos, abolida.
¿Será que la igualdad es el derecho a trabajar como una esclava en una fábrica 12 horas al día? Así se igualaría a muchos hombres, jóvenes y niños que lo hacen. ¿Y eso está bien? O tal vez ¿será que se desea que el hombre se embarace? Así las cosas serán bien parejas. ¡No olvidemos igualar la menstruación!
De paso nosotros, los hombres, podremos cederles, en base a la igualdad, nuestro cáncer de próstata y nuestros factores de riesgos aumentados para el cáncer de colon. (Por no incluir la disfunción eréctil a riesgo de ser acusado freudianamente de fálico).
«La primera división del trabajo es la que se hizo entre el hombre y la mujer para la procreación de hijos». Y hoy puedo añadir: el primer antagonismo de clases que apareció en la historia coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer en la monogamia; y la primera opresión de clases, con la del sexo femenino por el masculino.
Está claro, pero ¿es real y deseable? La filosofía del género dice que si dejamos de educar “sexistamente” podremos romper estos paradigmas. Permítanme dudar.
«Por tanto, la monogamia no aparece de ninguna manera en la historia como una reconciliación entre el hombre y la mujer, y menos aún como la forma más elevada de matrimonio. Por el contrario, entra en escena bajo la forma del esclavizamiento de un sexo por el otro, como la proclamación de un conflicto entre los sexos, desconocido hasta entonces en la prehistoria».
Conclusión, el matrimonio para siempre, con un solo marido o esposa, (que sean del sexo opuesto) y que críen hijos que les guste ser hombres e hijas que les guste ser mujeres: ¡es la cosa más anormal posible!
Debemos volver al parque jurásico donde nuestros primeros abuelitos, además de aprender a caminar, lo tenían clara con respecto al matrimonio.
Conclusión con Acción
«Si en un porvenir lejano, la familia monogámica no llegase a satisfacer las exigencias de la sociedad, es imposible predecir de qué naturaleza sería la que le sucediese». Muy bien, estoy de acuerdo con Engels! Mas...
¿Queridos amigos, Uds. creen que estamos lejos de todo esto? Déjenme detallar lo que en la Conferencia de Beijing + 5 (perteneciente a la ONU) a mediados de este año proponía dentro de una clasificación de “Nuevos derechos humanos”: «El derecho de la libre opción sexual de las “cinco opciones normales”: heterosexual, homosexual, bisexual, travestismo y lesbianismo».
De esto a plantear una nueva clase de familia que no sea la “monogámica” tal como lo vaticinaba Engels podríamos decir que: ya nos hemos adelantado.
La filosofía del género: mal intencionada unión de pensamientos nefastos y destructivos conceptos está hoy entre nosotros. También dependerá de nosotros el ignorarla, el combatirla. O el aceptarla.
Puesto que la filosofía del género da paso a la ideología y a la doctrina del género, creo que es momento que se tenga claro de lo que significa, para que el proceso destructivo sea menor. Y la reconstrucción más fácil.
Propongo:
• Difundir lo que realmente significa.
• Comunicar ideales y valores cristianos.
• Fortalecer la institución de la familia.
• Debilitar organismos nocivos para la misma.
• No cansarse de luchar, pues la lucha ya está ganada.
• Presentar batalla, entendiendo que no hay seres humanos malos, sino malas ideas.
La verdad siempre triunfa.
Por ello, me quedo con Voltaire, quien expresa: «no creo que ninguna nación civilizada sea capaz de dictar leyes contrarias a las buenas costumbres». Y es muy cierto. Aquellos que están adoptando esta filosofía e incorporándola a sus sociedades, van en camino opuesto a una sociedad civilizada. Lo irónico, es que creen ser civilizados.
Por ello, me quedo con Voltaire, quien expresa: «no creo que ninguna nación civilizada sea capaz de dictar leyes contrarias a las buenas costumbres». Y es muy cierto. Aquellos que están adoptando esta filosofía e incorporándola a sus sociedades, van en camino opuesto a una sociedad civilizada. Lo irónico, es que creen ser civilizados.
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