Portrait of Henry VIII after Hans Holbein the Younger (1497/8-1543)
¿Defensor de qué Fe?
Enrique VIII era católico en todo, excepto en que no era católico. Observaba todos los ritos, hasta la última plegaria y el encendido del último cirio; aceptaba hasta la última consecuencia de un postulado; lo aceptaba todo, excepto a Roma. Y en el instante de este rechazo, su religión se hizo totalmente distinta, otra clase de religión, otra cosa. En ese preciso instante comenzó a cambiar, y aún no ha parado de hacerlo. Sabemos de sobra que algunos modernos hombres de Iglesia llaman progreso a este cambio continuo. Es como si dijéramos que un cadáver rebosante de gusanos tiene una vitalidad pujante; o que un muñeco de nieve que está convirtiéndose poco a poco en un charquito está purificándose de sus excrecencias. Pero no es esto lo que me interesa en este momento. Lo que nos interesa es que un hombre puede parecer dormido en el instante inmediato a su muerte, aunque en realidad el proceso de descomposición ya se ha iniciado. Lo que interesa es que, en teoría, el muñeco de nieve puede ser hecho de acuerdo a la verdadera imagen del hombre: Miguel Ángel construyó una estatua de nieve que pudo muy fácilmente ser una réplica exacta de una de sus estatuas de mármol; pero no era de mármol. Es muy probable que el muñeco de nieve comenzara a derretirse en el preciso momento en que fue hecho. Mientras exista el hielo, existirá un material capaz de derretirse al descongelarse. A muchos les pareció que el protestantismo seguiría siendo durante mucho tiempo, según la expresión popular, un producto congelado; lo cual no altera la diferencia entre el hielo y el mármol; y el mármol no se derrite.
Fuente: G.K. CHESTERTON, Por qué soy católico, «El manantial y la ciénaga» (El Buey Mudo, 2009) p. 478.
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