Reina de Las Españas o de la Hispanidad
que España y el Nuevo Mundo de la tierra americana
cantan ahora tu nombre con voces enardecidas,
porque América por ti recibió la fe cristiana”.
(Sebastián García, O.F.M., 2004)
Este título, aunque a primera vista aparece como dato histórico, es también teológico. Pertenece de lleno a la teología de la evangelización o predicación del Evangelio a todo el mundo.
En 1892, IV Centenario del Descubrimiento de América, León XIII, en su carta apostólica “Quarto abeunte saeculo”, de 16 de julio, enlazó maravillosamente la gesta de Colón con María, recordando que la Madre del Señor asistió al Almirante en las dos fases del Descubrimiento: Preparación y travesía.
Desde entonces, el predescubrimiento en los años 1485-1492 hasta nuestros días, María es presencia viva en América, en sus múltiples advocaciones españolas, que forman una gloriosa constelación de pueblos, ciudades, santuarios, ermitas y prácticas marianas y hasta tal grado llegó esto que la historia de la América española es ininteligible sin una especial referencia a María: presente siempre en la vida de los descubridores, misioneros y pobladores.
En el siglo XX ha surgido en la preocupación de las gentes y en las relaciones, entre España y otros países entroncados con ella, el termino de Hispanidad, todavía no suficientemente explicado, entendido como el conjunto de los Pueblos hispánicos del mundo, es decir, de Europa, América, Filipinas y territorios afrohispanos, unidos por vínculos de raza, de lengua, de religión y de cultura, de suerte que mediante estas vinculaciones, el concepto de Hispanidad se presenta como la suma de peculiaridades, que distinguen los Pueblos hispánicos del resto de la humanidad.
El concepto, por lógica, se extiende a todas las relaciones étnicas, culturales y religiosas de los países hispánicos, pero tiene una especial connotación en lo mariano, en las relaciones España-América, con aplicación concreta a advocaciones de Nuestra Señora, íntimamente relacionadas con los hechos más trascendentes de la presencia de España en América: El Descubrimiento, culturización, gobierno del Nuevo Mundo y constante cooperación hispanoamericana.
En el mapa mariano que España trazó en América cabe destacar, sin menoscabo de otra presencia mariana, tres títulos de la única Madre de Dios que, desde el comienzo del descubrimiento hasta nuestros días, han primado el fervor de España y de los Pueblos de América de habla española.
Son la presencia más destacada de María en el nuevo continente, me refiero a las advocaciones de Santa María de La Rábida, Santa María de Guadalupe y Nuestra Señora del Pilar. La primera es la Señora del Descubrimiento, la segunda la Reina de la Evangelización y la tercera es signo actual de España en América.
La primera perdura en la historia y vida de las gentes del Tinto-Odiel, la segunda y la tercera tienen actualmente en el Nuevo Mundo muchas iglesias, ermitas, altares e instituciones como presencia viva.
Este simple enunciado me infunde el temor de toda restricción, especialmente en el ámbito de la historia objetiva, y antes de explicitarlo, me impulsa que evoque otras presencias marianas, que desde el descubrimiento están pregonando en América la protección y grandeza de María.
La historia de América nos dice que Colón y sus hombres desde un principio pusieron su empresa en manos de María, la Virgen. En La Rábida, santuario mariano del Tinto-Odiel, cerca del puerto de Palos, comienzo de la empresa descubridora, Colón cambió como primer gesto, el nombre de la nave capitana Marigalante, por el de Santa María.
La navegación fue toda ella un clamor mariano, el Diario de a bordo puntualiza muchas veces la presencia de María, el canto de la Salve que los marineros entonaban, a su modo, a la atardecer, los votos marianos de peregrinación a los santuarios de Guadalupe, Loreto y Santa María de la Cinta, son testimonio de la invocación a María en difíciles situaciones de mar. El mismo Diario y otros documentos antiguos dan razón de los nombres de misterios y santuarios que, en diversas ocasiones, impuso el almirante a las islas descubiertas, como prueba de devoción mariana: Santa María de la Concepción, Mar de Nuestra Señora, Puerto María, Guadalupe, Nuestra Señora de la Antigua, Montserrat, son nombres de advocaciones españolas en la preocupación de Colón y de sus marineros.
El mapa de María es todavía más extenso durante la primera evangelización. América se llenó de lugares, santuarios, cofradías y otras instituciones, que conquistadores, misioneros y pobladores dedicaban a los misterios de más tradición hispana y a las advocaciones de sus propios lugares de origen. Entre todas, Nuestra Señora de Guadalupe, es la advocación mariana más vinculada con el Nuevo Mundo. Las relaciones entre América y Guadalupe son tan copiosas que presentan una de las páginas más hermosas y limpias de la historia de España. En sus íntimas relaciones con el Nuevo Mundo, Guadalupe proclama dos conceptos unidos en irrompible maridaje histórico y efectivo la fe y la cultura. Ambas realidades unidas. Nunca la una sin la otra. Ambas en un mismo haz de ilusiones llegaron a América en manos de misioneros, conquistadores y emigrantes. Ambas arribaron al nuevo continente unidas por hombres y mujeres de nuestra región.
Primero, la fe, trasmitida por más de un millar y medio de misioneros extremeños. Guadalupe por su origen, por su advocación mariana y por su propio destino fue signo evangelizador. Se hace incomprensible la obra de España en América sin su dimensión religiosa. La acción de gobierno, de promoción y desarrollo en las tierras descubiertas, están íntimamente unida a la evangelización. Después, la cultura con la trasmisión de la lengua, de las artes de las ciencias y de cualquier otra iniciativa de desarrollo y de promoción humana. De la trasmisión de ambas realidades sabe mucho Extremadura, con Guadalupe y con otros lugares extremeños tiene en su haber una de las páginas más larga y bella de la presencia de España en el Nuevo Mundo, que hace que la Hispanidad, sea fruto espléndido de su esfuerzo.
El título de Reina de la Hispanidad, que ostenta Nuestra Señora de Guadalupe, se fundamentó en derechos históricos de notable importancia que, en síntesis presentamos de esta forma:
- La condición de lugar colombino que actualmente tiene Guadalupe de Extremadura, por las visitas que, durante los años 1486-1496, realizó antes y después del descubrimiento, Cristóbal Colón a Nuestra Señora de Guadalupe.
- La firma en Guadalupe por los Reyes Católicos Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, a 20 de junio de 1492, de Dos Sobrecartas, dirigidas a Juan de Peñalosa, continuo de la casa real, natural de Villanueva de la Serena y capitán de gente de guerra, la primera para Moguer y otras poblaciones y la segunda para los habitantes de Palos, urgiendo en ambas el cumplimiento de las Reales provisiones de 30 de abril de 1492, es decir, el pronto descubrimiento de nuevas tierras.
- El voto hecho en alta mar el 14 de febrero de 1493, al regreso del primer viaje, como se dice en el Diario de a bordo, de la primera navegación descubridora y, en cuyo cumplimiento, vino Colón a Guadalupe como romero para dar gracias a Nuestra Señora por el descubrimiento de nuevas tierras.
- La imposición del nombre Guadalupe a la isla Turuqueira, en las Antillas Menores del Caribe, el 4 de noviembre de 1493, en el segundo viaje, como atestigua el mismo Colón en una carta escrita en La Española en enero de 1494, dirigida a los Reyes Católicos.
- El bautizo en el templo de Guadalupe de los indios, criados de Cristóbal Colón, el 29 de julio de 1496, que señala este lugar, con documentación oficial, como el primer lugar de cristianización de indios traídos, como ofrenda espiritual, a Nuestra Señora de Guadalupe.
- Las íntimas relaciones que durante el tiempo de la incorporación de América a la corona de España tuvieron con Guadalupe los más insignes conquistadores y muchos colonizadores, pobladores y otros personajes indianos.
- La importancia que Guadalupe tuvo en América como signo de evangelización por medio de misioneros, hermandades y prácticas devocionales.
- Los santuarios, ermitas y altares alzados en toda América a Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura, como medio de devoción y expresión de la fama que tenía en todas partes, que todavía pervive en el pueblo.
- La abundante toponimia guadalupense en el Nuevo Mundo, prueba la devoción sentida hacia el santuario extremeño.
- Los testimonios de estrechas relaciones, devocionales e históricas, del Guadalupe extremeño con el Nuevo Mundo (favores, ofrendas, mandas y otras manifestaciones) recogidas en códices y legajos, en crónicas de Indias, en historias antiguas del monasterio y en otros documentos.
- El hecho guadalupano del Tepeyac, en México, relacionado, al menos en lo que se refiere al nombre Guadalupe, con el santuario extremeño.
Todas estas relaciones históricas han contribuido a la configuración del título de Reina de Las Españas, otorgado a Nuestra Señora de Guadalupe de Extremadura ... por el cardenal arzobispo de Toledo, primado de España, como legado especial de Su Santidad Pío XI, en el acto solemne de la coronación pontificia ... de la imagen, celebrada el 12 de octubre de 1928.
El título de Hispaniarum Regina, esculpido en la corona, labrada por Félix Granda, con autorización ... del primado, no expresa un plural mayestático, cuya traducción sería Reina de España, de por sí bastante importante y significativo, sino Reina de Las Españas y de las otras naciones, especialmente del Nuevo Mundo, que, habiendo pertenecido en otro tiempo a la Corona española, siguen unidos por vínculos de sangre, de religión, costumbres y otros signos de identidad hispánica.
Desde 1934, sustituido en España y otras naciones hispanoamericanas el título de Día de la Raza que desde 1910 se daba –y todavía se sigue dando en algunos lugares, al 12 de octubre–, por Día de la Hispanidad, en lo mariano también se cambió la antigua denominación de Reina de la Raza por la Reina de la Hispanidad, más conforme y expresiva con el espíritu que la informa.
En el siglo XX, Guadalupe, a través de un largo camino de reivindicaciones, publicaciones frecuentes, jornadas, asambleas, congresos, certámenes y concursos y, sobre todo por los medios de comunicación: radio, prensa y televisión, ha dejado bien patente la afirmación de los derechos históricos que tiene la advocación extremeña de Santa María de Guadalupe para ser llamada e invocada como Reina de la Hispanidad, que no es otra cosa que una legítima proclamación de su primacía entre las advocaciones marianas más vinculadas con el Nuevo Mundo.
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