El no conformismo del cristiano
Benedicto XVI, Visita al Seminario Romano Mayor con motivo de la Fiesta de la Virgen de la Confianza (15 de febrero de 2012)
VISITA AL PONTIFICIO SEMINARIO ROMANO MAYOR
CON OCASIONE DE LA FIESTA DE LA VIRGEN DE LA CONFIANZA
“LECTIO DIVINA” DEL SANTO PADRE BENEDICTO XVI
Capilla del Seminario
Miércoles 15 de febrero de 2012
Eminencia,
queridos hermanos en el episcopado y en el sacerdocio,
queridos seminaristas,
queridos hermanos y hermanas:
Para mí siempre es una gran alegría ver, en el día de la Virgen de la Confianza, a mis seminaristas, los seminaristas de Roma, en camino hacia el sacerdocio, y ver de este modo a la Iglesia del mañana, la Iglesia que vive siempre.
Hoy hemos escuchado un texto —lo escuchamos y lo meditamos— de la Carta a los Romanos: san Pablo habla a los Romanos y, por lo tanto, nos habla a nosotros, porque habla a los romanos de todos los tiempos. Esta Carta no es sólo la más grande de san Pablo, sino que es también extraordinaria por su peso doctrinal y espiritual. Es extraordinaria también porque se trata de una carta escrita a una comunidad que él no había fundado y tampoco había visitado. Escribe para anunciar su visita y expresar el deseo de visitar Roma, y anuncia los contenidos esenciales de su kerygma; de este modo prepara a la ciudad para su visita. Escribe a esta comunidad, a la que no conoce personalmente, porque es el Apóstol de los paganos —del paso del Evangelio de los judíos a los paganos— y Roma es la capital de los paganos y, por tanto, también el centro, en definitiva, de su mensaje. Aquí debe llegar su Evangelio, para que llegue realmente al mundo pagano. Llegará, pero de modo diverso de como lo había pensado. San Pablo llegará encadenado por Cristo y precisamente encadenado se sentirá libre de anunciar el Evangelio.
En el primer capítulo de la Carta a los Romanos, dice también: de vuestra fe, de la fe de la Iglesia de Roma se habla en todo el mundo (cf. 1, 8). Lo memorable de la fe de esta Iglesia es que se habla de ella en el mundo entero, y podemos reflexionar cómo está hoy. También hoy se habla mucho de la Iglesia de Roma, de muchas cosas, pero esperamos que se hable también de nuestra fe, de la fe ejemplar de esta Iglesia, y pidamos al Señor que logremos que no se hable de tantas cosas, sino de la fe de la Iglesia de Roma.
[…]
Y luego continuamos: {sanctam, Deo placentem, rationabile obsequium vestrum} «Santo, agradable a Dios; este es vuestro culto espiritual» (Rm 12, 1). Segundo versículo: después de esta definición fundamental de nuestra vida como liturgia de Dios, encarnación de la Palabra en nosotros, cada día, con Cristo —la Palabra encarnada—, san Pablo prosigue: {nolite conformari huic saeculo, sed transformamini renovatione mentis} «No os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente» (v. 2). «No os amoldéis a este mundo». Existe un no conformismo del cristiano, que no se deja conformar. Esto no quiere decir que nosotros queramos huir del mundo, que a nosotros no nos interese el mundo; al contrario, queremos transformarnos nosotros mismos y dejarnos transformar, transformando así el mundo. Y debemos tener presente que en el Nuevo Testamento, sobre todo en el Evangelio de San Juan, la palabra «mundo» tiene dos significados e indica por tanto el problema y la realidad de la que se trata. Por una parte, el «mundo» creado por Dios, amado por Dios, hasta el punto de darse a sí mismo y dar su Hijo por este mundo; el mundo es criatura de Dios, Dios lo ama y quiere darse a sí mismo para que el mundo sea realmente creación y respuesta a su amor. Pero está también el otro concepto de «mundo», kosmos houtos: el mundo que está en el mal, que está bajo el poder del mal, que refleja el pecado original. Hoy vemos este poder del mal, por ejemplo, en dos grandes poderes, que por sí mismos son útiles y buenos, pero de los que se puede abusar fácilmente: el poder de las finanzas y el poder de los medios de comunicación social. Ambos son necesarios, porque pueden ser útiles, pero se puede abusar de ellos tan fácilmente que a menudo se convierten en lo contrario de sus verdaderas intenciones.
Vemos cómo el mundo de las finanzas puede dominar al hombre, cómo el tener y el aparentar dominan el mundo y lo esclavizan. El mundo de las finanzas no representa ya un instrumento para favorecer el bienestar, para favorecer la vida del hombre, sino que se transforma en un poder que lo oprime, que debe ser casi adorado: «Mammona», la verdadera divinidad falsa que domina el mundo. Contra este conformismo de la sumisión a este poder debemos ser no conformistas: no cuenta el tener; lo que cuenta es el ser. No nos sometamos a este poder, más bien utilicémoslo como medio, pero con la libertad de los hijos de Dios.
Luego está el otro poder, el de la opinión pública. Ciertamente, tenemos necesidad de informaciones, de conocimientos de la realidad del mundo, pero puede ser también un poder de la apariencia; al final, cuanto se ha dicho cuenta más que la realidad misma. Una apariencia se superpone a la realidad, llega a ser más importante, y el hombre ya no sigue la verdad de su ser, sino que quiere sobre todo aparentar, ser conforme a estas realidades. Y también contra esto está el no conformismo cristiano: no queremos siempre «ser conformados», alabados; no queremos la apariencia, sino la verdad, y esto nos da libertad, la verdadera libertad cristiana: el librarse de esta necesidad de agradar, de hablar como la masa cree que debería ser, y tener la libertad de la verdad, y así recrear el mundo de una manera que no se vea oprimido por la opinión, por la apariencia que ya no deja aflorar la realidad misma; el mundo virtual se vuelve más verdadero, más fuerte, y ya no se ve el mundo real de la creación de Dios. El no conformismo del cristiano nos redime, nos restituye a la verdad. Pidamos al Señor que nos ayude a ser hombres libres en este no conformismo, que no está contra el mundo, sino que es el verdadero amor al mundo.
[…]
Y, por último, dice san Pablo: {ut probetis quid sit voluntas Dei, quid bonum et bene placens et perfectum} «para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto» (v. 2). Discernir la voluntad de Dios: Esto sólo lo podemos aprender en un camino obediente, humilde, con la Palabra de Dios, con la Iglesia, con los sacramentos, con la meditación de la Sagrada Escritura. Conocer y discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno. Esto es fundamental en nuestra vida.
Y, en el día de la Virgen de la Confianza, vemos en ella precisamente la realidad de todo esto, la persona que es realmente nueva, que es realmente transformada, que es realmente sacrificio vivo. La Virgen ve la voluntad de Dios, vive en la voluntad de Dios, dice «sí», y este «sí» de la Virgen es todo su ser, y así nos muestra el camino, nos ayuda.
Por lo tanto, en este día oremos a la Virgen, que es el icono vivo del hombre nuevo. Que ella nos ayude a transformar, a dejar transformar nuestro ser, a ser realmente hombres nuevos, y a ser también después, si Dios quiere, pastores de su Iglesia. Gracias.
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