S. Pío X, Carta Encíclica ‘Lacrimabili statu’
[7 Jun. 1912]
[7 Jun. 1912]
AAS 004 [1912] 521-525
CARTA ENCÍCLICA
A LOS ARZOBISPOS Y OBISPOS DE AMÉRICA LATINA,
PARA PONER REMEDIO A LA
MISERABLE CONDICIÓN DE LOS INDIOS
PÍO PP. X
VENERABLES HERMANOS
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
SALUD Y BENDICIÓN APOSTÓLICA
Vehementemente conmovido por el penoso estado de los indios
de la América inferior, Nuestro ilustre antecesor, Benedicto XIV, trató su
causa con gran preocupación, como bien lo sabéis, en su Carta Immensa Pastorum aparecida el día 22 del
mes de diciembre del año 1741, y como casi lo mismo que él lamentó en aquella
carta también Nosotros debemos deplorarlo en muchos lugares, llamamos ahora
solícitamente vuestra atención hacia la misma. En ella se queja entre otras
cosas de que, aun cuando la Sede apostólica mucho tiempo hace que se preocupa
de aliviar la afligida situación de aquéllos, no obstante existen aún
«cristianos que como
si hubieren olvidado totalmente el sentido de la caridad derramada por el
Espíritu Santo en nuestros corazones, a los pobres indios no sólo carentes de
la luz de la Fe, sino también a los limpios por el bautismo, los reducen a la
esclavitud, los venden como esclavos, los privan de sus bienes, y realizan con
los mismos tales obras de inhumanidad que los apartan principalmente de abrazar
la fe de Cristo, y sobre todo hacen que se obstinen en su odio para la misma».
De todas estas cosas indignas, empero, aquella que es la
peor, o sea la esclavitud propiamente dicha, poco después, por obra de Dios
misericordioso, ha sido abolida totalmente; y para su abolición pública en el
Brasil y en otras regiones mucho contribuyó la maternal instancia de la Iglesia
ante hombres esclarecidos que gobernaban esas Repúblicas. Y de buena gana
confesamos que, si no lo hubiesen impedido muchos y grandes obstáculos, las
resoluciones de aquéllos hubiesen tenido muchísimo mayor éxito. Sin embargo,
aun cuando algo se ha hecho en favor de los indios, no obstante es mucho lo que
resta por hacer. En verdad cuando examinamos los crímenes y las maldades, que
aún ahora suelen cometerse con ellos, ciertamente quedamos horrorizados y
profundamente conmovidos. Pues ¿qué puede haber de más y de más cruel y de más
bárbaro, que el matar los hombres a azotes, o con láminas de hierro ardientes,
por causas levísimas a veces o por el mero placer de ejercitar su crueldad, o
impulsados por súbita violencia conducir a la matanza de una vez cientos y
miles, o devastar pueblos y aldeas para realizar matanzas de indígenas; de lo
cual hemos recibido noticia que en estos pocos años han sido destruidas casi
totalmente algunas tribus? Para excitar de tal manera los ánimos influye en alto
grado el inmoderado deseo de lucro; pero no menos también el clima y la
situación de esos lugares. Así pues, estando aquellas regiones sujetas a un
clima ardiente, que penetra hasta lo más íntimo del ser, y destruye la
fortaleza de los nervios, estando alejados de la Religión, de la vigilancia de
los que gobiernan y casi puede decirse, de la misma sociedad, fácilmente ocurre
que, si los que si hasta allí han llegado no tenían aún depravadas sus
costumbres, en breve tiempo comiencen a tenerlas, y por lo tanto, quebradas las
barreras del deber y del derecho, se entreguen a todas las depravaciones de los
vicios. Ni tampoco se perdona por estos el sexo ni la debilidad de la edad:
avergüenza realmente referir la infamia y los crímenes de aquellos en comprar y
vender a las mujeres y a los niños; siendo realmente sobrepasados por ellos los
peores ejemplos de salvajismo.
En realidad Nosotros, al recibir algunas veces rumores de
estas cosas, pusimos en duda la certeza de hechos tan atroces, ya que parecían
increíbles. Pero, habiendo llegado a la certeza por medio de testigos muy
seguros, esto es, por medio de muchos de vosotros, venerables Hermanos, por los
Delegados de la Sede apostólica, por los misioneros y por otras personas de
entera fe, ya no Nos es lícito tener ninguna duda de la veracidad de estos
hechos.
Por lo tanto, es el momento de que movidos por esta
preocupación intentemos poner término a tanto mal, suplicando humildemente a
Dios, quiera mostrarnos benignamente algún camino para poner remedio oportuno a
esto. Él, pues, que es el Creador y el Redentor amantísimo de todos los
hombres, como Nos inspirara el trabajar a favor de los indios, ciertamente Nos
inspirará aquello que mejor se acomode a Nuestro propósito. Entre tanto mucho
Nos consuela, el que aquellos que gobiernan esas Repúblicas, intenten en todas
formas arrojar esa ignominia y mancha de sus dominios; por cuya preocupación
mucho podemos alabarlos y aprobarlos. Aunque ciertamente en aquellas regiones,
como están muy alejadas de las sedes del poder y muchísimas veces inaccesibles,
estos intentos de la potestad civil, llenos de humanidad, ya sea por la astucia
de los malhechores, que rápidamente pasan los límites, o ya por la inercia y
perfidia de los administradores, a menudo tiene poco efecto, y no raramente
también cae en la nada. Por lo cual, si a la labor del Gobierno se uniese la de
la Iglesia, entonces ciertamente se obtendrían muchísimo mejores frutos.
Por lo tanto, antes que a nadie, apelamos a vosotros,
venerables Hermanos, a fin de que aportéis cuidados y resoluciones peculiares a
esta causa, que pertenece a lo más digno de vuestro pastoral oficio y cargo. Y
dejando de lado las demás cosas de vuestra solicitud e industria, os exhortamos
encarecidamente ante todo, que todas aquellas cosas que en vuestras diócesis
están instituidas para el bien de los indios, la promováis con toda vuestra
preocupación, y al mismo tiempo cuidéis de instituir aquellas otras que
parezcan necesarias a la misma causa. De aquí que aconsejaréis con toda
diligencia a vuestros pueblos acerca de su propio oficio de ayudar a las
sagradas expediciones a los indios, que habitan primeramente ese suelo
americano. Sepan por lo tanto que deben ayudar en esto principalmente con una
doble acción: por la limosna y por la oración, y que esto lo hagan no sólo por
la Religión, sino porque lo exige la Patria misma. Vosotros empero, en todos
aquellos lugares de educación, como puede ser, en los Seminarios, en los
colegios, en los internados de niñas, principalmente religiosos, haced que no
cese en ningún momento ni el consejo ni la predicación de la caridad cristiana,
que obliga a todos los hombres, sin distinción de nacionalidad ni de color,
como hermanos, hijos de un mismo Padre; la cual debe probarse no sólo con
palabras sino con hechos. Igualmente, no debe dejarse de lado ninguna ocasión
de demostrar, siempre que se ofrezca, cuan indecorosos son para el nombre de
cristiano estos hechos indignos, que denunciamos.
En cuanto a lo que a Nosotros respecta, teniendo no sin
causa una gran esperanza del consentimiento y el favor de las potestades
públicas, tomamos principalmente el cuidado para que podamos aumentar el campo
de la acción apostólica, en estas inmensas latitudes, el disponer de otras
puertas misionales, en las cuales los indios encuentren un refugio y un amparo
para su salud. La Iglesia católica nunca fue estéril en hombres apostólicos,
quienes urgidos por la caridad de Jesucristo estuvieron prontos y preparados
aún para dar su propia vida por sus hermanos. Y hoy, cuando tantos odian la Fe,
o la dejan, el ardor por diseminar el Evangelio entre los salvajes no sólo no
ha decrecido entre los hombres de todo el clero y de las religiones, sino que
crece y aún más se difunde, por virtud principalmente del Espíritu Santo, el
cual protege en las cosas temporales a la Iglesia, su esposa. Por lo cual estas
ayudas que, por beneficio divino, Nos han sido concedidas, juzgamos necesario
usarlas tanto más copiosamente con los indios para librarlos de la esclavitud
de Satanás y de los hombres perversos, cuanto más los apremia esa necesidad.
Por lo demás, habiendo los predicadores del Evangelio empapado esta parte de la
tierra no sólo con sus sudores sino también a veces con su misma sangre,
confiamos en el futuro, que de tantos trabajos de cristiana humanidad alguna
vez la alegre mies florezca en inmejorables frutos.
Además, para que todo aquello que vosotros, o por vuestra
iniciativa o por consejo ejecutéis para utilidad de los indios, tenga la máxima
eficacia dimanante de Nuestra apostólica autoridad, Nosotros, recordando el
ejemplo de Nuestro Antecesor, condenamos y declaramos reo de inhumano crimen a
cualesquiera que, como él mismo dice:
«a los predichos
indios pongan en esclavitud, los vendan, los compren, los cambien o regalen,
los separen de sus mujeres o de sus hijos, se apoderen de sus cosas o de sus
bienes, o de cualquier manera los priven de su libertad reteniéndolos en
esclavitud; también a los que para tales cosas dan su consejo, auxilio, favor y
acción cualquiera sea el pretexto y cualquiera sea su color a que enseñen o
aconsejen que esto es lícito o en alguna otra forma o pretendan cooperar a lo
ya dicho».
Por lo tanto queremos que la potestad de absolver de estos
crímenes a los penitentes en el fuero sacramental sea reservada a los
Ordinarios del lugar.
Siendo conformes a Nuestra paterna voluntad también continuando
lo hecho por muchos de Nuestros predecesores, entre los cuales también debe
conmemorarse nominalmente a León XIII, de feliz memoria, hemos querido
escribiros estas cosas a vosotros, venerables Hermanos, sobre la causa de los
Indios. De vosotros empero será el luchar con todas vuestras fuerzas, para que
Nuestros deseos se cumplan con todo éxito en estas cosas os habrán de favorecer
ciertamente los que gobiernan las Repúblicas; no faltarán tampoco, entregándose
con toda actividad al trabajo y al estudio, aquellos que pertenecen al clero, y
principalmente los dedicados a las sagradas misiones, y por último están sin
ninguna duda todos los buenos, que ya por sus obras, los que pueden, ya por
otros oficios de caridad ayudarán a la causa, en la que se unen al mismo tiempo
razones en pro de la Religión y de la dignidad humana. Porque realmente al que
gobierna se agrega la gracia de Dios omnipotente bajo cuyo auspicio, Nosotros,
como testimonio también de Nuestra benevolencia a vosotros, venerables Hermanos,
y a vuestra grey impartimos solícitamente Nuestra bendición apostólica.
Dado en Roma, junto a
S. Pedro, el 7 de junio de 1912, noveno año de Nuestro Pontificado.
PÍO PP. X.
S. Pius Pp. X, Litterae Encyclicae ‘Lacrimabili statu’
[7 Iun. 1912]
[7 Iun. 1912]
AAS
004 [1912] 521-525
LITTERAE ENCYCLICAE
AD ARCHIEPISCOPOS ET EPISCOPOS AMERICAE LATINAE DE MISERA INDORUM
CONDITIONE SUBLEVANDA
PIUS PP. X
VENERABILES FRATRES
SALUTEM ET APOSTOLICAM BENEDICTIONEM
SALUTEM ET APOSTOLICAM BENEDICTIONEM
Lacrimabili statu Indorum ex inferiori America vehementer
commotus, decessor Noster illustris, Benedictus XIV gravissime eorum causam
egit, ut nostis, in Litteris Immensa
Pastorum, die XXII mensis decembris anno MDCCXLI datis; et quia, quae ille
deploravit scribendo, ea fere sunt etiam Nobis multis locis deploranda, idcirco
ad earum Litterarum memoriam sollicite Nos animos vestros revocamus. Ibi enim
cum alia, tum haec conqueritur Benedictus, etsi diu multumque apostolica Sedes
relevandae horum afflictae fortunae studuisset, esse tamen etiamtum
«homines orthodoxae
Fidei cultores, qui veluti caritatis in cordibus nostris per Spiritum Sanctum
diffusae sensuum penitus obliti, miseros Indos non solum Fidei luce carentes,
verum etiam sacro regenerationis lavacro abluios, aut in servitutem redigere,
aut veluti mancipia aliis vendere, aut eos bonis privare, eaque inhumanitate
cum iisdem agere praesumant, ut ab amplectenda Christi fide potissimum
avertantur, et ad odio habendam maximopere obfirmentur».
Harum quidem indignitatum ea quae est pessima, id est
servitus proprii nominis, paullatim postea, Dei miserentis munere, de medio
pulsa est: ad eamque in Brasilia aliisque regionibuspublice abolendam multum
contulit materna Ecclesiae instantia apud egregios viros qui eas Respublicas
gubernabant. Ac libenter fatemur nisi multa et magna rerum et locorum
impedimenta obstitissent, eorum consilia longe meliores exitus habitura fuisse.
Tametsi igitur pro Indis aliquid est actum, tamen multo plus est quod superest.
Equidem cum scelera et maleficia reputamus, quae in eos adhuc admitti solent,
sane horremus animo summaque calamitosi generis miseratione afficimur. Nam quid
tam crudele tamque barbarum, quam levissimas saepe ob causas nec raro ex mera
libidine saeviendi, aut flagris homines laminisque ardentibus caedere; aut
repentina oppressos vi, ad centenos, ad millenos, una occidione perimere; aut
pagos vicosque vastare ad internecionem indigenarum: quorum quidem nonnullas
tribus accepimus his paucis annis prope esse deletas? Ad animos adeo efferandos
plurimum sane valet cupiditas lucri; sed non paullum quoque valet caeli natura
regionumque situs. Etenim, cum subiecta ea loca sint austro aestuoso, qui,
languore quodam venis immisso, nervos virtutis tamquam elidit; cumque a
consuetudine Religionis, a vigilantia Reipublicae, ab ipsa propemodum civili
consortione procul absint, facile fit, ut, si qui non perditis moribus illuc
advenerint, brevi tamen depravari incipiant, ac deinceps, effractis officii
iurisque repagulis, ad omnes immanitates vitiorum delabantur. Nec vero ab istis
sexus aetatisve imbecillitati parcitur: quin imo pudet referre eorum in
conquirendis mercandisque feminis et pueris flagitia atque facinora; quibus
postrema ethnicae turpitudinis exempla vinci verissime dixeris.
Nos equidem aliquandiu, cum de his rebus rumores
afferrentur, dubitavimus tantae atrocitati factorum adiungere fidem: adeo
incredibilia videbantur. Sed postquam a locupletissimis testibus, hoc est, a
plerisque vestrum, venerabiles Fratres, a Delegatis Sedis apostolicae, a
missionalibus aliisque viris fide prorsus dignis certiores facti sumus, iam non
licet Nobis hic de rerum veritate ullum habere dubium.
Iam dudum igitur in ea cogitatione defixi, ut, quantum est
in Nobis, nitamur tantis mederi malis, prece humili ac supplici petimus a Deo,
velit benignus opportunam aliquam demonstrare Nobis viam medendi. Ipse autem,
qui Conditor Redemptorque amantissimus est omnium hominum, cum mentem Nobis
iniecerit elaborandi pro salute Indorum, tum certo dabit quae proposito
conducant. Interim vero illud Nos valde consolatur, quod qui istas Respublicas
gerunt, omni ope student insignem hanc ignominiam et maculam a suis Civitatibus
depellere: de quo quidem studio laudare eos et probare haud satis possumus.
Quamquam in iis regionibus, ut sunt procul ab imperii sedibus remotae ac
plerumque inviae, haec, plena humanitatis, conata civilium potestatum, sive ob
calliditatem maleficorum qui tempori confinia transeunt, sive ob inertiam atque
perfidiam administrorum, saepe parum proficiunt, non raro etiam in irritum
cadunt. Quod si ad Reipublicae operam opera Ecclesiae accesserit, tum demum qui
optantur fructus, multo exsistent uberiores.
Itaque vos ante alios appellamus, venerabiles Fratres, ut
peculiares quasdam curas cogitationesque conferatis in hanc causam, quae vestro
dignissima est pastorali officio et munere. Ac cetera permittentes
sollicitudini industriaeque vestrae, hoc primum omnium vos impense hortamur, ut
quaecumque in vestris dioecesibus instituta sunt Indorum bono, ea perstudiose
promoveatis, itemque curetis instituenda quae ad eamdem rem utilia fore
videantur. Deinde admonebitis populos vestros diligenter de proprio ipsorum
sanctissimo officio adiuvandi sacras expeditiones ad indígenas, qui Americanum
istud solum, primi incoluerint. Sciant igitur duplici praesertim ratione se
huic rei debere prodesse: collatione stipis et suffragio precum; idque ut
faciant non solum Religionem a se, sed Patriam ipsam postulare. Vos autem,
ubicumque datur opera conformandis rite moribus, id est, in Seminariis, in
ephebeis, in domibus puellaribus maximeque in sacris aedibus efficite, ne
unquam commendatio praedicatioque cesset caritatis christianae, quae omnes
homines, sine ullo nationis aut coloris discrimine, germanorum fratrum loco
habet; quaeque non tam verbis, quam rebus factisque probanda est. Pariter nulla
praetermitti debet, quae offeratur, occasio demonstrandi quantum nomini
christiano dedecus aspergant hae rerum indignitates, quas hic denunciamus.
Ad Nos quod attinet, bonam habentes non sine causa spem de
assensu et favore potestatum publicarum, eam praecipue suscepimus curam, ut, in
ista tanta latitudine regionum, apostolicae actionis amplificemus campum, aliis
disponendis missionalium stationibus, in quibus Indi perfugium et praesidium
salutis inveniant. Ecclesia enim catholica numquam sterilis fuit hominum
apostolicorum, qui, urgente Iesu Christi caritate, prompti paratique essent vel
vitam ipsam pro fratribus ponere. Hodieque, cum tam multi a Fide vel abhorrent,
vel deficiunt, ardort amen disseminandi apud barbaros Evangelii non modo non
inter viros utriusque cleri sacrasque virgines remittitur, sed crescitetiam
lateque diffunditur, virtute nimirum Spiritus Sancti, qui Ecclesiae, sponsae
suae, pro temporibus subvenit. Quare his praesidiis quae, divino beneficio,
Nobis praesto sunt, oportere putamus eo copiosius uti ad Indos e Satanae
hominumque perversorum servitute liberandos, quo maior eos necessitas premit.
Ceterum, cum istam terrarum partem praecones Evangelii suo non solum sudore,
sed ipso non numquam cruore imbuerint, futurum confidimus, ut extantis
laboribus aliquando christianae humanitatis laeta messis efflorescat in optimos
fructus.
Iam, ut ad ea quae vos vel vestra sponte vel hortatu Nostro
acturi estis in utilitatem Indorunx, quanta maxima potest, efficacitatis
accessio ex apostolica Nostra auctoritate fiat, Nos, memorati Decessoris
exemplo, immanis criminis damnamus declaramusque reos, qui cumque, ut idem ait,
«praedictos Indos in
servitutem redigere, vendere, emere, commutare vel donare, ab uxoribus et
filiis separare, rebus et bonis suis spoliare, ad alia loca dece ducere et
transmittere, aut quoquo modo libertate privare, in servitute retinere; nec non
praedicta agentibus consilium, auxilium, favorem etoperam quocumque praetextu
et quaesito colore praestare, aut id licitum praedicare seu docere, atque alias
quomodolibet praemissis cooperari audeant seu praesumant».
Itaque potestatem absolvendi ab his criminibus poenitentes
in foro sacramentali Ordinariis locorum reservatam volumus.
Haec Nobis, cum paternae voluntati Nostrae obsequentibus,
tum etiam vestigia persequentibus complurium e decessoribus Nostris, in quibus
commemorandus quoque est nominatim Leo XIII fel. rec., visum est ad vos,
venerabiles Fratres, Indorum causa, scribere. Vestrum autem erit contendere pro
viribus, ut votis Nostris cumulate satisfiat. Fauturi certe hac in re vobis
sunt, qui Respublicas istas administrant; non deerunt sane, operam studiumque
navando, qui de clero sunt, in primisque addicti sacris missionibus; denique
aderunt sine dubio omnes boni, ac sive opibus, quipossunt, sive aliis caritatis
officiis causam iuvabunt, in qua rationes simul versantur Religionis et humanae
dignitatis. Quod vero caput est, aderit Dei omnipotentis gratia; cuius Nos
auspicem, itemque benevolentiae Nostrae testem, vobis, venerabiles Fratres,
gregibusque vestris apostolicam benedictionem peramanter impertimus.
Datum Romae apud S.
Petrum, die VII mensis iunii MCMXII, Pontificatus Nostri anno nono.
PIUS PP. X.
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