24 oct 2010

¡Roma, Roma!



¡Roma, Roma!

29. ¡Oh Roma cristiana!, esa sangre es tu vida; por esa sangre tú eres grande e iluminas con tu grandeza aun los restos y las ruinas de tu grandeza pagana, y purificas y consagras los códigos de la sabiduría jurídica de los pretores y de los césares! ¡Tú eres madre de una justicia más alta y más humana, que te honra a ti misma, a tu cátedra y a quien te escucha! ¡Tú eres faro de cultura, y la civilizada Europa y el mundo te deben cuanto de más sacro y de más santo, cuanto de más sabio y más virtuoso realza a los pueblos y embellece su historia! ¡Tú eres madre de caridad: tus fastos, tus monumentos, tus hospitales, tus monasterios y tus conventos, tus héroes y tus heroínas, tus heraldos y tus misioneros, tus épocas y tus siglos, con sus escuelas y sus universidades, ponen de relieve los triunfos de tu caridad, que todo lo abraza, todo lo sufre, todo lo espera, todo lo realiza por hacerse toda para todos, para consolar y aliviar a todos, para sanar a todos y llamarlos a la libertad dada al hombre por Cristo, y tranquilizar a todos con aquella paz que hermana a los pueblos y que de todos los hombres, bajo cualquier cielo, cualquier lengua y costumbre que los separan, hace una sola familia, y del mundo una patria común!

30. Desde esta Roma, centro, roca y maestra del cristianismo, ciudad eterna en el tiempo más por Cristo que por los césares, Nos, movido por el deseo ardiente y vivísimo del bien de cada uno de los pueblos y de toda la humanidad, a todos dirigimos nuestra palabra, rogando y conjurando que no se retrase el día en que en todos los lugares donde la hostilidad contra Dios y su Cristo arrastra hoy a los hombres a su ruina temporal y eterna prevalezcan mayores conocimientos religiosos y nuevos ideales; el día en que sobre la cuna del nuevo ordenamiento de los pueblos resplandezca la estrella de Belén, anunciadora de un nuevo espíritu que mueva a cantar a los ángeles Gloria in excelsis Deo, y a proclamar ante todas las gentes, como don al fin otorgado por el cielo, pax hominibus bonae voluntatis (Lc 2, 14). Después que haya amanecido la aurora de aquel día, ¡con qué gozo naciones y gobernantes, libre ya el espíritu de los temores de amenazas y de renovación de conflictos, transformarán las espadas, desgarradoras de pechos humanos, en arados que surquen, bajo el sol de la bendición divina, el fecundo seno de la tierra para arrancarle un pan, bañado, sí, con sudores, pero nunca más con sangre y lágrimas!

Pío XII, Radiomensaje En el alba y en la luz (24 de diciembre de 1941)

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12 oct 2010

España, «tierra de María Santísima»



España, «tierra de María Santísima»

... Porque España ha sido siempre, por antonomasia, la «tierra de María Santísima» y no hay un momento de su historia, ni un palmo de su suelo, que no estén señalados con su nombre dulcísimo.

La histórica catedral, el sencillo templo o la humilde ermita a Ella están dedicadas; y si quisiéramos solamente evocar, según se Nos vienen a las mientes, algunas de las advocaciones principales, que como piedras preciosas en manto riquísimo son ornamento del territorio español: Covadonga, Begoña y Montserrat; la Peña de Francia, la Fuencisla y Monsalud; la Almudena, el Sagrario y los Desamparados; Guadalupe, los Reyes y las Angustias, Nos parecería o que estábamos recorriendo la topografía nacional o que íbamos fijando los hitos principales de la historia de España.

Eran pinceles españoles los de Juan de Juanes, Zurbarán, el Greco y Murillo; y por eso rivalizaron en representarla a cual más hermosa. Gubias y cinceles españoles fueron los de Gregorio Hernández, Alonso Cano, Martínez Montañés y Saltillo y por serlo no pudieron menos de estar dedicados de modo especial al servicio de su Madre amantísima.

Y si es un Rey Santo el que cabalga para conquistar Sevilla, irá con Nuestra Señora en el arzón; y si son proas castellanas las que, precisamente tal día como hoy, violan el secreto de las tierra americanas, sobre una de ellas irá escrito necesariamente el nombre de «Santa María», ese nombre que luego el misionero y el conquistador irán dejando en la cima inaccesible, en el centro de la llanura sin fin o en el corazón de la selva impenetrable, para que sea también allí fuente de gracia y de bendición.

Pero entre tantas advocaciones, Venerables Hermanos y amados hijos, acaso ninguna para vosotros tan entrañable, ni tan enraizada en vuestra carne misma, como esa Virgen Santísima del Pilar, que en estos instantes tenéis ante los ojos.

Y tú —oh Zaragoza— no serás ya insigne por tu privilegiada posición, por tu cielo purísimo o por tu rica vega, «loci amoenitate, deliciis praestantior civitatibus Hispaniae cunctis», como la llama el gran Isidoro de Sevilla;

- no lo serás por tus magníficos edificios, donde galanamente se salta sin desentonar de los primores mozárabes a las elegancias platerescas;
- no lo serás por haber oído el paso cadencioso de las legiones romanas o por el aliento indomable que te sostuvo «siempre heroica» en los heroicos sitios;
- lo serás por tu tradición cristiana, por tus Obispos, Félix, en pluma de S. Cipriano «fidei cultor ac defensor veritatis» [1], S. Valero y S. Braulio; por Sta. Engracia y los Mártires innumerables, a los cuales podemos añadir el santo niño, embellecido también con la púrpura de su sangre, Dominguito del Val;
- lo serás, sobre todo, por esa columna contra la cual, rodando los siglos, como contra la roca inconmovible que, en el acantilado, desafía y doma las iras del mar, se romperán las oleadas de las herejías en el período gótico, las nuevas persecuciones de la dominación arábiga y la impiedad de los tiempos nuevos, resultando así cimiento inquebrantable, inexpugnable valladar e insuperable ornamento, no sólo de una nación grande, sino también de toda una dilatada y gloriosa estirpe!

«Yo he elegido y santificado esta casa —parece decir Ella desde su pilar— para que en ella sea invocando mi nombre y para morar en ella por siempre» (cf. 2 Paral. 7, 16); y toda la Hispanidad, representada ante la Capilla angélica por sus airosas banderas, parece que le responde:

«Y nosotros te prometemos quedar de guardia aquí, para velar por tu honra, para serte siempre fieles y para incondicionalmente servirte»...

Fuente

Pío XII, Radiomensaje al Congreso Mariano Nacional de España (12 de octubre de 1954)

Notas

[1] Ep. 67, n. 6; ed. Guil. Hartel, in Corp. Script. Eccles. Latin., vol. III, p. 2, Vindob. 1871, p. 740, 10-11.

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11 oct 2010

Agur, Jesusen Ama




Agur, Jesusen Ama
Vascuence/Euskera

Agur, Jesusen Ama, Birjina maitea,
agur, itsasoko izar distiratzailea,
agur, zeruko eguzki pozkidaz betea,
agur, bekatarien kaia ta estalpea. (bis)

Baina zugandik alde bihotzak ezin du,
zuregana dihoa, zugan bizi nahi du.
Birjin berdingabea, onetsi nazazu;
agur, Ama nerea, agur, agur, agur! (bis)

Agur, Jesusen Ama
Castellano/Erdera

Salve, Madre de Jesús, Virgen María,
salve, estrella del mar resplandeciente,
salve, sol del cielo llena de destellos,
salve, puerto y refugio de los pecadores. (bis)

Pero el corazón no puede alejarse de ti,
va hacia ti quiere vivir en ti.
Virgen sin par bendíceme;
¡salve, Madre mía, salve, salve, salve! (bis)

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6 oct 2010

El juramento de fidelidad al Estado




El juramento de fidelidad al Estado

Algunos Estados imponen a algunos de sus súbditos el juramento de fidelidad y obediencia, que viene a añadir un nuevo título (el de la virtud de la religión) a la obligación natural que ya tenían de guardar fidelidad al Estado y a sus legítimas leyes. De suyo es lícito, con tal que nada contenga contra los derechos de Dios o de la Iglesia. En caso de duda podría prestarse con la cláusula restrictiva: «salvas las leyes de Dios y de la Iglesia», y evitando el escándalo.

El que lo presta está obligado únicamente al cumplimiento de las leyes justas, a no maquinar contra la autoridad legítima y, si es empleado público, a desempeñar su cargo conforme a las leyes.

A los clérigos no se les puede imponer, por gozar de inmunidad personal; ni ellos lo pueden prestar sino en fuerza de legítima costumbre o por privilegio pontificio (cf. cn. 120 [CIC 1917]). En España [año 1957], la Santa Sede permite a los obispos este juramento, y actualmente lo emiten ellos, al ser nombrados o trasladados de diócesis, ante el Jefe del Estado y según la fórmula que figura en el artículo 20 del Concordato de la Santa Sede con Italia.

Fuente:

«Teología Moral para Seglares I. Moral Fundamental y Especial», por el Rvdo. P. Fr. Antonio Royo Marín, O. P., Doctor en Teología y Profesor de la Pontificia Facultad del Convento de San Esteban, página 313.

[Segunda Parte. Moral Especial. Tratado II.– La virtud de la religión. Capítulo II.– El segundo mandamiento del decálogo. Art. 1. Deberes positivos del segundo mandamiento. 403. Escolios. 1.º].

Nihil obstat: Fr. Theophilus Urdánoz, O. P., S. Theol. Doctor; Fr. Victorinus Rodríguez, O. P., S. Theol. Doctor.

Imprimi potest: Fr. Anicetus Fernández, Prior prov.

Imprimatur: Fr. Franciscus, O. P., Episcopus Salmantinus. Salmanticae, 6 octobris 1957

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3 oct 2010

Uso de las letras mayúsculas




Ortografía de la Lengua Española
Capítulo III. Uso de las letras mayúsculas
[Real Academia Española, Madrid, España 1999].

La letra mayúscula es aquella que se escribe con mayor tamaño y, por regla general, con forma distinta de la minúscula. [...]

3.2. Mayúsculas en palabras o frases enteras

En ocasiones se emplean letras mayúsculas para destacar palabras o frases enteras de un escrito. Suele hacerse así: [...]

3.2.4. En la numeración romana. Se utiliza esta para significar el número ordinal con que se distinguen personas del mismo nombre (especialmente papas y reyes), como Pío V, Felipe II, Fernando III, el número de cada siglo, como siglo XVI, el de un tomo, libro, parte, canto, capítulo, título, ley, clase y otras divisiones, y el de las páginas que así vayan numeradas en los prólogos y principios de un volumen. [...]

3.3. Mayúsculas iniciales

El uso de la mayúscula inicial se rige por la posición que ocupa la palabra (y, en consecuencia, por la puntuación exigida en cada caso), por su condición o categoría de nombre propio y por otras circunstancias. [...]

3.3.2. En función de la condición o categoría

Se escribirá con letra inicial mayúscula todo nombre propio, como son los siguientes: [...]

b) Nombres geográficos.

Ejemplos: América, España, Jaén, Honduras, Salta, Cáucaso, Himalaya, Adriático, Tajo, Pilcomayo.

Cuando el artículo forme parte oficialmente del nombre propio, ambas palabras comenzarán por mayúscula.

Ejemplos: El Salvador, La Zarzuela, La Habana, Las Palmas. [...]

e) Apellidos. [...]. Se escribirán también con mayúscula los nombres de las dinastías derivados de un apellido.

Ejemplos: Borbones, Austrias, Capetos. [...]

g) Nombres de festividades religiosas o civiles.

Ejemplos: Pentecostés, Epifanía, Navidad, Corpus [...].

h) Nombres de divinidades.

Ejemplos: Dios [...].

i) Libros sagrados.

Ejemplos: Biblia [...].

j) Atributos divinos o apelativos referidos a Dios, Jesucristo o la Virgen María.

Ejemplos: Todopoderoso, Cristo, Mesías, Inmaculada, Purísima.

k) Nombres de las órdenes religiosas.

Ejemplos: Cartuja, Merced, Temple, Carmelo. [...]

3.3.3. En función de otras circunstancias

Se escribirán con letra inicial mayúscula:

a) Los sobrenombres y apodos con que se designa a determinadas personas.

Ejemplos: el Libertador, el Sabio, el Bosco, Clarín, el Inca Garcilaso.

b) En general, cuando por antonomasia se emplean apelativos usados en lugar del nombre propio, como el Mantuano (por Virgilio), el Sabio (por Salomón), el Magnánimo (por el rey Alfonso V) o se designan conceptos o hechos religiosos (la Anunciación, la Revelación [...]).

c) Las advocaciones de la Virgen.

Ejemplos: Guadalupe, Rocío.

Y las celebraciones a ellas dedicadas.

Ejemplos: el Pilar, el Rocío.

d) Los tratamientos, especialmente si están en abreviatura.

Ejemplos: V S. (Usía), U. o V. (usted), etc.

Cuando se escribe con todas sus letras, usted no debe llevar mayúscula. Fray Luis (referido, por ejemplo, a Fray Luis de León), Sor Juana (referido a Sor Juana Inés de la Cruz), San Antonio, etc., son acuñaciones que funcionan como nombres propios.

e) Los sustantivos y adjetivos que componen el nombre de instituciones, entidades, organismos, partidos políticos, etc.

Ejemplos: la Biblioteca Nacional, la Inquisición, el Tribunal Supremo, el Museo de Bellas Artes, el Colegio Naval, la Real Academia de la Historia, el Instituto Caro y Cuervo, la Universidad Nacional Autónoma de México, el Partido Demócrata.

f) Los nombres, cuando significan entidad o colectividad como organismo determinado.

Ejemplos: la Universidad, el Estado, el Reino, la Marina, la Justicia, el Gobierno, la Administración, la Judicatura.

Ejemplos: La Magistratura mostró su oposición al proyecto. La Iglesia celebra mañana esa festividad. Pero se utilizará la minúscula inicial en casos como: Ejerció su magistratura con brillantez. Visitó la iglesia del pueblo. [...]


3.3.4. Suelen escribirse con mayúscula los nombres de determinadas entidades cuando se consideran conceptos absolutos.

Ejemplos: la Libertad, la Ley, la Paz, la Justicia. Pero: La libertad de expresión. La ley de la gravedad.



También se escriben con mayúscula inicial:

a) Los nombres de fechas o cómputos cronológicos, épocas, acontecimientos históricos, movimientos religiosos, políticos o culturales.

Ejemplos: la Antigüedad, la Hégira, la Escolástica, el Renacimiento.

b) Los pronombres Tú, Ti, Tuyo, Vos, Él, Ella, en las alusiones a la Divinidad o a la Virgen María.

c) Conceptos religiosos como el Paraíso, el Infierno, etc., siempre que se designen directamente tales conceptos, y no en casos como Su casa era un paraíso o El infierno en que vivía. [...]

3.5. Empleos expresivos

En ocasiones, el uso de la mayúscula se debe a propósitos expresivos, como sucede en los casos siguientes:

a) En los títulos, cargos y nombres de dignidad, como Rey, Papa, Duque, Presidente, Ministro, etc. Estas palabras se escribirán siempre con minúscula cuando acompañen al nombre propio de la persona o del lugar al que corresponden (ejemplos: el rey Felipe IV, el papa Juan Pablo II, el presidente del Ecuador, el ministro de Trabajo) o estén usados en sentido genérico (por ejemplo: El papa, el rey y el duque están sujetos a morir, como lo está cualquier otro hombre).

Sin embargo, pueden escribirse con mayúscula cuando no aparece expreso el nombre propio de la persona o del lugar y, por el contexto, los consideramos referidos a alguien a quien pretendemos destacar.

Ejemplos: El Rey inaugurará la nueva biblioteca. El Papa visitará tres países en su próximo viaje.



También es costumbre particular de las leyes, decretos y documentos oficiales escribir con mayúscula las palabras de este tipo.

Ejemplos: el Rey de España, el Presidente del Gobierno, el Secretario de Estado de Comercio. [...]

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